lunes, 12 de julio de 2010

Mateo 10,34 - 11,1


El trozo del Evangelio de hoy, Jesús, es bien fuerte:
"No crean que vengo a traer la paz sino la guerra"... anuncia la confrontación; que es posible que, el seguirte, nos deje solos frente al mundo, aún frente a nuestra propia familia.
No creo para nada que se refiera a vivir en la violencia. Tu Mensaje es, indudablemente, un mensaje de amor, de reconciliación; de amor a todos.
Me parece que nos advertís que no nos será, para nada, fácil sino todo lo contrario.
Si a vos no te fue nada fácil ¿por qué habría de serlo para nosotros?

¿Por qué será que nos asombramos tantas veces de las contrariedades, las incomprensiones, los enfrentamientos en las cosas importantes?

Ayudanos vos, Jesús, a escucharte a fondo y desde el fondo.
Enseñanos a abrir nuestro corazón a todo tu Mensaje.

viernes, 9 de julio de 2010

Tanto amor...

Hoy mientras rezaba, Jesús, caí en la cuenta, y quedé muy impresionada, de tu inmenso compromiso con nosotros.
¿Podría ocurrírsenos a algún hombre que el mismo Dios se haría uno de los nuestros y, más aún, en todo semejante a un hombre cualquiera, compartiendo nuestra vida y nuestra suerte por ayudarnos, por arreglar lo que nosotros estropeamos? ¿Y que nos daría todo, hasta su propia vida, y todavía buscaría modos de quedarse, de permanecer junto a nosotros cada día hasta el final?
Uno de nosotros ¿sería capaz de pensar acercarse a vos Jesús en semejante grado de compromiso con nuestros hermanos?
Pensándolo así, me doy cuenta qué inmenso es tu Amor y el del Padre; y qué mezquino es el nuestro, el mío.
¡Gracias Jesús!

jueves, 1 de julio de 2010

Por la tarde

Vengo, Señor, cansado;
¡cuánta fatiga
van cargando mis hombros
al final del día!
Dame tu fuerza
y una caricia tuya para mis penas.

Salí por la mañana
entre los hombres.
¡y encontré tantos ricos
que estaban pobres!
La tierra llora,
porque sin ti la vida
es poca cosa.

¡Tantos hombres maltrechos,
sin ilusiones!;
en ti buscan asilo
sus manos torpes.
Tu amor amigo
todo tu santo fuego,
para su frío.

Yo roturé la tierra
y puse trigo;
tú diste el crecimiento para tus hijos.
Así, en la tarde
con el cansancio a cuestas,
te alabo, Padre.

Quiero todos los días
salir contigo,
y volver a la tarde
siendo tu amigo.
Volver a casa
y extenderte las manos
dándote gracias. Amén.

Este es un himno de vísperas que me encanta.
Nosotras lo cantamos, hoy por ejemplo.
Estos días, que estamos con muchas cosas domésticas y también apostólicas, me parece que dice lo que yo quisiera.