lunes, 26 de abril de 2010

Pastor y Puerta.










“En verdad, en verdad les digo: yo soy la puerta de las ovejas. (…) Yo soy la puerta; si uno entra por mí, estará a salvo; entrará y saldrá y encontrará pasto. (…) Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia.” ( Jn. 10, 7-10)

“Si uno entra por mí, estará salvo; entrará y saldrá y encontrará pasto”
Tu Corazón abierto, Jesús, es la puerta.
Sos la puerta.
¡Entremos en él y seremos salvos!
¡Estemos en él, en tu Corazón Jesús, y encontraremos pastos!

miércoles, 21 de abril de 2010

Jesús, Pan de Vida




"Yo soy el pan de vida.
El que venga a mí no tendrá hambre, y el que crea en mí, no tendrá nunca sed" (Jn.6,35)


"No se ha acabado el amor del Señor.
No se ha agotado su misericordia.
Cada mañana renueva el señor su ternura.
¡Grande es su fidelidad!"
Cantamos muchas mañanas cuando Jesús, Pan de vida, queda expuesto en el altar.

Que no se nos agote, Jesús, a nosotros nuestra capacidad de asombrarnos y agradecer permanentemente.

miércoles, 14 de abril de 2010

¡Tanto!

Le dijiste, Jesús, a Nicodemo:
"Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo único para que todo el que tenga fe en él no perezca sino que tenga vida eterna" (Jn, 3, 16)
¡Cuánto -Dios mío, Jesús mío- significa este 'Tanto amó'!
¡¿Cómo puede ser tanto amor?!
¡El mismo Dios -Hijo- por amor hacerte un hombre, ya para siempre, por nosotros!...
¿Podremos alguna vez vislumbrar un poquito de este Amor? ¿Podremos hacernos la idea, aunque sea, de lo que significa esta entrega!
¡Gracias Jesús! Es en estos casos cuando te agradezco profundamente nuestra vocación de 'adoradoras'.

miércoles, 7 de abril de 2010

Triunfo de la Vida



El evangelio de hoy cuenta el episodio de los discípulos de Emaús (Lc.24,13-35).
Es un muy lindo pasaje que escuchamos todos los años para estas fechas.
Esta vez, Jesús, me tocó de qué trató tu conversación con ellos mientras los acompañabas por el camino: Les explicabas cómo las Escrituras decían que “era necesario que el Mesías padeciera eso para entrar así en su gloria”…
Te detuviste en el dolor y en la muerte; misterios inherentes a la vida del hombre a partir del pecado original, y que vos asumiste plenamente dándoles, entonces, sentido redentor.
Tu triunfo Jesús, sobre el pecado, no evitó –ni para vos ni para nosotros- el dolor y la muerte. Al contrario, los aceptaste, asumiste, para darles un sentido salvífico; y que, a partir de allí -unido al tuyo- todo dolor y toda muerte, no serán más la última palabra sino verdadera fuente de Vida.